¿ALGUIEN MÁS?
Un blog de auto-crítica personal, tan reflexivo como profundo que mostrará la sordidez de la sociedad en la que vivo. La decadencia social y la putrefacción se han convertido en una plaga de la que me ha impulsado hacer un blog como éste...
¿ALGUIEN MÁS?
Era casi
medianoche, la tranquilidad en las calles y las ventanas apagadas en los
edificios auguraban un nuevo día por venir. Apenas quedaba gente en la terraza,
cuyos vasos y cocteles estaban vacíos y tenían los restos de los cubitos
fundidos.
Una leve brisa
zarandeaba los setos, algunas lámparas nocturnas estaban casi sin batería
mientras que otras aún iluminaban con fuerza. A lo lejos, la imponente iglesia
se alzaba sobre la plácida ciudad. Los focos apuntaban a su campanario
destacándola con el resto de las estructuras. Era la reina de la noche...
¿Dónde
estabas? Me preguntaba mientras secaba la vajilla. Sin ti, aquel lugar se veía
diferente, extraño, algo no terminaba de encajar. Siempre venías con tu
precioso vestido azul marino transparente, ocultaba tras de sí tu delicada ropa
interior de color rojizo. Apenas empleabas maquillaje, te gustaba hacerte
sentir deseada, dueña de mi mirada y mis pensamientos cada vez que revelabas tu
presencia.
Cada domingo
venías a tu hora, sin acompañantes. Te acercabas lentamente a la barra y sin
decir palabra me dedicabas una pícara sonrisa. A veces me pillabas distraído y
de verte se me cortaba la respiración. Era incapaz de reconocerte por tu
belleza, tus seductoras caderas, finas manos y sedoso pelo color oscuro que te
volvían la reina de la noche.
Leía tu
pensamiento, querías que te preparase ese cóctel que tanto te gustaba, adornado
con frutos del bosque y una leve capa de azúcar glass. Ese cóctel al que había
bautizado como "Dafne". La mezcla de sabores frutales rematados con
vodka y tequila te trasladaban al paraíso, con ese capricho olvidabas los
problemas y te volvías una ninfa.
Miré el
reloj varias veces y me sentí decepcionado. Para mi también era un regalo
terminar la semana y disfrutar de tu compañía. Necesitaba esa dosis de
"Ser" tuyo para motivarme con energía hasta el próximo domingo.
¿Dónde estabas? Terminé de cobrar las últimas mesas y me dispuse a recogerlo
todo en el pequeño almacén. Aunque me asomé por el pasillo por si venías sin
resultado.
Cuando estaba
cuadrando las cuentas escuché detrás mío un repiqueteo de dedos.
—Acabo de
cerrar, lo siento. —Dije en un tono casando centrado en lo mío.
El golpeteo
de dedos se escuchó un poco más fuerte. Quería terminar de hacer la caja y
largarme. Ya había dejado de esperarte y al volverme ocurrió lo inesperado.
—Está
cerra... —Me contuve, otra vez me volvías a sorprender. —Ah, eres
tú. —Susurré levemente.
Parecías
también cansada y supuse que la semana había sido dura. Indecisa de saber si
aún estaría aquí o acostarte. Pero aquí estabas, con la mirada clavada en mi,
recostada sobre la barra con la cabeza apoyada sobre una mano esperando tu
premio de la semana.
—He hecho
bien en alargar la hora del cierre por lo que veo. —Pensaba en voz alta a
la vez que te lo preparaba.
Hoy traías
un vestido diferente, de tonalidad más apagada y oscura. La purpurina en tu
mirada se reflejaba en la luz y tu pelo se mezclaba con la oscuridad de la
noche. <<Aun así has venido a verme, quién lo diría>>
Al
servírtelo en la mesa me cogiste la mano en ese instante. Tu mano era suave,
cálida y me transmitió un cosquilleo. Apartaste tu mirada de las vistas y la
clavaste en la mía en gesto de agradecimiento. Con dulzura me acariciaste el
brazo y me mostraste tu espíritu salvaje con un apasionado beso.
Incrédulo,
no fui capaz de cerrar mis ojos para saborear tan aquel preciado regalo. Me
limité a ver a la hija de un dios, a la propia Dafne encarnada. Tu beso me
contagió el aroma del cóctel, tu viva esencia.
Te sentaste
de nuevo y seguiste disfrutando del paisaje. Le diste otro sorbo a la copa y
respiraste profundamente como si no hubiera pasado nada.
Devoraste mi
alma con ese beso, la poca energía que tenía fue absorbida en esa fugaz
conexión de pasión. Increíble. Todos los domingos en los que permanecías en
silencio y solitaria en aquella mesa, deseándote en mis adentros y en este
momento me cazaste desarmado.
¿Dónde
estabas? Quizás tan solo una copa es la chispa para avivar la llama que
contienes en tu interior y liberar tu poder. Un poder propio de una reina que
destaca por encima de la ciudad.