lunes, 22 de agosto de 2022

 

Era casi medianoche, la tranquilidad en las calles y las ventanas apagadas en los edificios auguraban un nuevo día por venir. Apenas quedaba gente en la terraza, cuyos vasos y cocteles estaban vacíos y tenían los restos de los cubitos fundidos.

Una leve brisa zarandeaba los setos, algunas lámparas nocturnas estaban casi sin batería mientras que otras aún iluminaban con fuerza. A lo lejos, la imponente iglesia se alzaba sobre la plácida ciudad. Los focos apuntaban a su campanario destacándola con el resto de las estructuras. Era la reina de la noche... 

¿Dónde estabas? Me preguntaba mientras secaba la vajilla. Sin ti, aquel lugar se veía diferente, extraño, algo no terminaba de encajar. Siempre venías con tu precioso vestido azul marino transparente, ocultaba tras de sí tu delicada ropa interior de color rojizo. Apenas empleabas maquillaje, te gustaba hacerte sentir deseada, dueña de mi mirada y mis pensamientos cada vez que revelabas tu presencia.

Cada domingo venías a tu hora, sin acompañantes. Te acercabas lentamente a la barra y sin decir palabra me dedicabas una pícara sonrisa. A veces me pillabas distraído y de verte se me cortaba la respiración. Era incapaz de reconocerte por tu belleza, tus seductoras caderas, finas manos y sedoso pelo color oscuro que te volvían la reina de la noche.

Leía tu pensamiento, querías que te preparase ese cóctel que tanto te gustaba, adornado con frutos del bosque y una leve capa de azúcar glass. Ese cóctel al que había bautizado como "Dafne". La mezcla de sabores frutales rematados con vodka y tequila te trasladaban al paraíso, con ese capricho olvidabas los problemas y te volvías una ninfa.

 

Miré el reloj varias veces y me sentí decepcionado. Para mi también era un regalo terminar la semana y disfrutar de tu compañía. Necesitaba esa dosis de "Ser" tuyo para motivarme con energía hasta el próximo domingo. ¿Dónde estabas? Terminé de cobrar las últimas mesas y me dispuse a recogerlo todo en el pequeño almacén. Aunque me asomé por el pasillo por si venías sin resultado. 

Cuando estaba cuadrando las cuentas escuché detrás mío un repiqueteo de dedos. 

—Acabo de cerrar, lo siento. —Dije en un tono casando centrado en lo mío.

El golpeteo de dedos se escuchó un poco más fuerte. Quería terminar de hacer la caja y largarme. Ya había dejado de esperarte y al volverme ocurrió lo inesperado.

—Está cerra... —Me contuve, otra vez me volvías a sorprender. —Ah, eres tú. —Susurré levemente.

Parecías también cansada y supuse que la semana había sido dura. Indecisa de saber si aún estaría aquí o acostarte. Pero aquí estabas, con la mirada clavada en mi, recostada sobre la barra con la cabeza apoyada sobre una mano esperando tu premio de la semana.

—He hecho bien en alargar la hora del cierre por lo que veo. —Pensaba en voz alta a la vez que te lo preparaba.

Hoy traías un vestido diferente, de tonalidad más apagada y oscura. La purpurina en tu mirada se reflejaba en la luz y tu pelo se mezclaba con la oscuridad de la noche. <<Aun así has venido a verme, quién lo diría>>

Al servírtelo en la mesa me cogiste la mano en ese instante. Tu mano era suave, cálida y me transmitió un cosquilleo. Apartaste tu mirada de las vistas y la clavaste en la mía en gesto de agradecimiento. Con dulzura me acariciaste el brazo y me mostraste tu espíritu salvaje con un apasionado beso.

Incrédulo, no fui capaz de cerrar mis ojos para saborear tan aquel preciado regalo. Me limité a ver a la hija de un dios, a la propia Dafne encarnada. Tu beso me contagió el aroma del cóctel, tu viva esencia. 

Te sentaste de nuevo y seguiste disfrutando del paisaje. Le diste otro sorbo a la copa y respiraste profundamente como si no hubiera pasado nada.

Devoraste mi alma con ese beso, la poca energía que tenía fue absorbida en esa fugaz conexión de pasión. Increíble. Todos los domingos en los que permanecías en silencio y solitaria en aquella mesa, deseándote en mis adentros y en este momento me cazaste desarmado.

¿Dónde estabas? Quizás tan solo una copa es la chispa para avivar la llama que contienes en tu interior y liberar tu poder. Un poder propio de una reina que destaca por encima de la ciudad.


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